viernes, 15 de junio de 2007

Pautas de comportamiento para las izquierdas transformadoras


Por DECIO MACHADO, activista de los movimientos sociales de base


Partiendo de la premisa de que prácticamente todas las izquierdas del Estado español han decidido actuar dentro del sistema de normas de la ‘democracia capitalista’, se hace imprescindible la claridad y transparencia tanto en nuestros principios como en los objetivos para dicha actuación.
Para actuar se necesita ética, no se trata tan sólo de reafirmar nuestro carácter anticapitalista de forma permanente, los horizontes de la transformación social son mucho más amplios.
Una intervención político-social coherente
Los sistemas políticos de estas ‘democracias’ están diseñados para reproducir la lógica del capital. Es este difícil campo de juego donde colectivos y organizaciones llamadas de izquierdas se justifican permanentemente por sus serias contradicciones.
Los movimientos sociales y las organizaciones políticas deberían empezar a asumir en sus debates el hecho de que la credibilidad de un grupo político o social no depende de sus palabras, sino de su ejemplo. De la ejemplaridad en la transparencia y en la horizontalidad de sus procesos internos, de la ejemplaridad en la actuación de sus componentes, de la ejemplaridad en las formas de intervención que utilice. Y estas últimas han de ayudar en la construcción colectiva, no siendo un freno para el desarrollo de herramientas de transformación social.
Ser activista o militante en las izquierdas exige reflexión y una educación en valores que son el legado de varias tradiciones que, a pesar de haber cometido terribles errores, han sido el referente de lucha por las libertades y los derechos en los últimos 160 años de historia. Si necesariamente la ética mira a la izquierda para defender los derechos fundamentales, las izquierdas deberían también mirar a la ética, liberándonos a todos del sectarismo, del politiqueo, y de cargar con el peso de los egos y aspiraciones personales de muchos de sus dirigentes.
La ética exige a las ‘izquierdas’ que sean consecuentes y no se apropien indebidamente de ese nombre. Por ello, si no se tiene claridad en los principios y en los objetivos, la participación de la izquierda tanto social como política en el modelo mercadocéntrico se convierte en un mecanismo de legitimación del sistema capitalista neoliberal.
La protesta reformista al sistema no cuestiona los valores fundamentales del mal llamado ‘pensamiento único’, convierte a esa ‘izquierda’ en adaptacionista, no visualizándose las diferencias. Por poner un ejemplo, es fácil ver a determinadas organizaciones utilizar un vocabulario conceptual neoliberal para expresar sus planteamientos. Podemos oír a Izquierda Unida o a diversas ONG decir que la lucha contra la pobreza es una “buena inversión”, como si el problema pudiera reducirse a una cuestión de eficiencia económica del sistema.
En el Estado español ya es aceptable para la mayoría que ocho millones de personas (más de dos millones de hogares) vivan en la pobreza. De la misma forma que es aceptable el drama de las pateras/ cayucos, alambrar las fronteras o la existencia de cerca de 1.500.000 inmigrantes clandestinos y carentes de derechos. Todo esto ya forma parte de lo ‘inevitable’ en el subconsciente colectivo. Pero más lamentable aún es que también hay un importante sector de la autorreferenciada ‘izquierda’ que ha interiorizado el sistema y asume que cualquier grupo político que alcance el poder tiene que gobernar en armonía con el capital. Ya no se trata de articular alternativas.
La tarea de los movimientos sociales y las organizaciones que se reclaman de las izquierdas transformadoras es inventar e imponer otro tipo de relaciones económicas, otro modelo de sociedad. Los movimientos sociales deben construir alternativas y estrategias de acción que permitan alterar la balanza. Esto no debe significar ausencia de diversidad, sino justicia social, respeto y democracia en los distintos niveles de las relaciones entre los seres humanos. Para empezar es importante reconocer la diversidad de la propia izquierda transformadora. Para hablar de las izquierdas, estamos obligados a utilizar el plural, son diversas y en muchos casos, incluso están en conflicto.
La izquierda sectaria
El efecto de la globalización está siendo muy profundo. La extinción del Estado de bienestar, el fin de la concertación entre capital y trabajo, la precarización de la vida, la inviabilidad del planeta y el agotamiento de la lucha armada como estrategia viable, así como un alto nivel de deslegitimación social, situó a las izquierdas en todo el planeta ante una verdadera crisis de paradigmas tan sólo hace unos años.
Pero aún así, determinadas organizaciones de perfil autoidentitario han conservado intactos sus presupuestos ideológicos del pasado, considerando que lo único que hay que hacer es actualizar la estrategia ante las nuevas condiciones. La interpretación que hace esa izquierda retórica es que la actual carencia de alternativas demuestra la necesidad de regresar a la construcción de la vanguardia revolucionaria que organice el tránsito (ya hablaremos de los métodos) hacia la sociedad ideal (ya hablaremos de cómo es). Es decir, una vuelta atrás, el renacimiento del pasado. La tolerancia con la que se ha evaluado hasta hace poco la relación ética entre fines y métodos permitió la lógica de ‘el fin justifica los medios’. Por poner un caso, los crímenes masivos en la URSS de Stalin fueron justificados entre la izquierda prosoviética por la necesidad de salvar la dictadura del proletariado.
La historia está llena de casos que muestran cómo organizaciones políticas de ‘izquierdas’ que se creyeron con el derecho de elegir cualquier método o medio en sus luchas han acabado reproduciendo la dominación, y el Estado español no ha sido una excepción en ello. Por ello, para los colectivos y organizaciones que pretenden ser herramientas de transformación social, no puede ser viable el recurrir a métodos o formas de intervención que carezcan de criterio moral. El ‘iluminismo político’, la mentira, el insulto, la descalificación personal, la instrumentalización de herramientas de construcción o uso colectivo para descalificar a otros no forman parte de los valores de las izquierdas transformadoras en construcción. Llevando esto a su extremo, incluso cuando las izquierdas se han visto obligadas a situaciones de guerra, no todo es válido.
El cuidado en las formas de intervención sociopolítica debe ser una responsabilidad moral y racional de primer orden, e inevitablemente condiciona los objetivos.
Es necesario reflexionar con honestidad sobre la calidad de los fines y los medios. Esclarecer nuestros objetivos es fundamental para valorar nuevos modelos y métodos de lucha. Los sectarismos no forman parte de las izquierdas transformadoras. La construcción de nuevas formas de organización y de un movimiento político social que sea capaz de alterar la realidad vigente será plural y democrático o no será.
Fuente: Diagonal Nº 56

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